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TRATAMIENTOS ADAPTADOS A LAS NECESIDADES DE TU PIEL

Para cuidar nuestra piel como es debido, no hay nada como una buena rutina de cuidado facial. Descubre en esta página los pasos que te ayudarán a conseguir un cutis sin imperfecciones, manchas, arrugas o granos. ¡Tu rostro brillará con luz propia!

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Rutina facial: ¿qué es lo más importante?

A la hora de realizar una rutina facial has de tener en cuenta varios factores que van más allá de los productos y tratamientos que utilices. De nada sirve hacerse con la crema más hidratante o con el sérum más potente, si no tienes en cuenta estos pasos:

  • Tu tipo de piel. Y por ende, los productos que utilices. Cada piel es diferente, y tiene unas necesidades concretas. Averigua cuál es la tuya y hazte productos que sean adecuados para ella. 
  • Tu estilo de vida. Las cremas ayudan, pero cómo vivas es un factor determinante que va a influir en el estado de tu piel. Hidrátate, come sano, evita los alimentos con muchos aceites o azúcares y trata de dormir bien. 
  • El estrés. El estrés es nuestro peor enemigo. Apaga tu piel, provoca brotes de acné y potencia el fotoenvejecimiento.
  • Ser constante. No hay cremas milagrosas (aunque sí tratamientos con efecto flash). Para ver los resultados, deberás realizar tus rutinas día y noche durante, al menos, cuatro semanas. 

Tipos de piel: cómo saber qué tipo de piel tengo

¡Atención! Porque este es el paso más importante para que tu rutina facial funcione. Conocer qué tipo de piel tienes es esencial para saber cómo cuidarla. Estos son los tipos de pieles más comunes y sus síntomas para poder identificarla.

  • Piel normal. Si notas que tienes pocos granos, poros pequeños y tu piel no suele irritarse ni enrojecerse, lo más probable es que tengas una piel normal. Este tipo de piel suele ser equilibrada, no es demasiado seca ni muy grasa, y no tiene manchas. Por otro lado, tu dermis es suave, resistente, y acepta la mayoría de los principios activos que se usan en los productos de cuidado para la piel.
  • Piel mixta. Este tipo de piel es una combinación entre la piel seca y la piel grasa cuyas particularidades se manifiestan principalmente en el rostro. Se caracteriza por tener la conocida zona “T” (frente, nariz y barbilla) con tendencia grasa. Ahí, los poros están abiertos, con impurezas y rastros de acné por lo que presenta un aspecto brillante. Sin embargo, en la zona de las mejillas la piel es normal, incluso con tendencia a ser seca.
  • Piel seca. Es pobre en lípidos y con tendencia a la deshidratación. Es por eso que necesita cuidados específicos que la ayuden a mantener su función de barrera y a preservar la hidratación que tanto necesita. Las pieles secas se caracterizan por tener una sensación de tirantez, tono apagado, tacto áspero, irritable, con rojeces e incluso puede presentar descamación. Por tanto, hidratarla es la clave para que el paso de los años no la castigue.
  • Piel grasa. Es una piel que produce un exceso de lípidos. Este desarreglo puede tener su origen en las variaciones hormonales, o agresiones externas como el estrés o la contaminación. A diferencia de la piel seca, en este caso las glándulas sebáceas aportan bastantes más lípidos de los necesarios, y cuando el exceso de grasa se mezcla con la suciedad y las células muertas de la piel, comienzan a formarse granos. Las investigaciones indican que entre el 40 y 55% de los adultos tienen la piel grasa y sufren acné tardío.
  • Piel sensible. Reacciona más que una piel normal, es decir, es hiperreactiva. Experimenta sensaciones de cosquilleo, calor (quemazón), hormigueo y picor (aunque esto es poco frecuente), la mayoría de las veces de manera intermitente. Estas sensaciones de incomodidad a veces también van acompañadas de enrojecimientos y se manifiestan de forma exagerada como reacción a estímulos de naturaleza diversa que, normalmente, no deberían causar irritación.

Limpieza, hidratación y protección: los 6 pasos que cualquier rutina facial necesita 

Una buena rutina facial consta, como mínimo, de 6 pasos para que puedas experimentar a diario todos los beneficios que esta puede ofrecerte. Eso sí, recuerda usar productos adecuados para tu tipo de piel y combinarla con una dieta saludable en cuanto a alimentación, descanso y ejercicio. Dicho esto, estos son los pasos que cualquier experto necesita. 

  • Limpieza. Con el rostro desmaquillado, utiliza un jabón, espuma o gel limpiador apto para tu tipo de piel. Este paso es primordial y el más importante de todos, ya que elimina la suciedad y las impurezas, desobstruye poros y deja la piel limpia, fresca y preparada para que los activos de cualquiera de tus productos funcionen bien.
  • Tónico. Este producto hidrata, tonifica, ayuda a limpiar la suciedad e impurezas que el limpiador no ha podido retirar. Además, ayuda a tonificar y reafirmar la piel. Otra de sus grandes ventajas es que reequilibra, por lo que es un imprescindible que todo el mundo debería usar. 
  • Contorno de ojos. A partir de los 25 años la piel deja de producir colágeno de forma natural. A eso le sumamos que la piel que rodea tu mirada es hasta cinco veces más fina que la del resto de tu rostro y la respuesta está clara: necesitas un producto adecuado para esta zona delicada. 
  • Sérum o booster. Ya seas más de sérums o de boosters, estos productos concentrados potencian su poder para proporcionarte aquello que necesites en el menor tiempo posible, ya sean hidratantes, iluminadores, antimanchas, o antiarrugas, entre otros. 
  • Crema facial. Ya busques una crema más hidratante o una que ilumine o combata los signos de la edad, este es el producto que tu piel necesita para mantenerse hidratada y protegida todo el día. 
  • Crema solar. No puede faltar. Debes aplicar protector solar durante todo el año, ya que no solo protege de las radiaciones solares, sino de agentes externos como la contaminación, la exposición a las pantallas o la presencia de los radicales libres, 

¿Mi rutina facial de día ha de ser diferente de la de noche?

Si estás empezando en el mundo beauty, nuestro consejo es que no te compliques la vida. Lo primero es habituarse a los pasos y acostumbrarse a ser constante. No obstante, si lo que buscas es mejores resultados y quieres ir un paso más allá, sí es recomendable que cambies tu rutina de noche. 

Los cosméticos y tratamientos de noche, ya sean cremas, sérums o contornos de ojos, contienen activos más agresivos y potentes (como el retinol o cualquier AHA, BHA o PHA) que favorecen la renovación celular y ayudan a nuestra piel a renovarse. 

No obstante, insistimos, son más agresivos y algunos tienen efecto peeling, por lo que la piel se sensibiliza. Por esta misma razón, es muy importante usarlos únicamente por la noche y lavarnos muy bien la cara al día siguiente para evitar la aparición de manchas, rojeces e irritaciones. Ah, y no te olvides del protector solar.

Preguntas frecuentes
¿Qué es una rutina de cuidado facial o skincare?

La rutina de cuidado facial o skincare es el conjunto de tratamientos y pasos que realizamos para mantener nuestra piel sana y radiante. Este hábito diario es fundamental para que nuestro rostro luzca un aspecto fresco, juvenil y brillante. Además, el skincare nos ayuda a prevenir los brotes de acné, la sequedad, el exceso de sebo y el avance del envejecimiento prematuro.

¿Cual es la mejor rutina de cuidado facial?

La que mejor se adapte a las necesidades y características de tu piel. Cada rostro es un mundo y no hay nada como conocer nuestra dermis para poder ofrecerle los cuidados que necesita. Y una vez que detectes tus necesidades, es fundamental contar con los productos adecuados para lograr resultados seguros y eficaces. En esta misma página te dejamos toda la información necesaria para descubrir cómo cuidar tu piel con nosotros.

¿Mejorará mi piel gracias a una rutina de cuidado facial?

¡Absolutamente sí! El primer paso para lucir un rostro radiante es mantener nuestra piel sana. Y para ello no hay nada como realizar una buena rutina de cuidado facial adaptada a las necesidades y características de nuestra dermis. Recuerda siempre seguir los 6 pasos fundamentales en tu rutina diaria y no te olvides de contar con productos adecuados que te ayuden a lograr los resultados que buscas.

¿Es bueno realizar siempre la misma rutina de cuidado facial?

Todo dependerá de las necesidades de tu piel y de la estación en las que estemos. Los expertos nos recuerdan la importancia de escuchar a nuestra piel para descubrir cómo cuidarla. En momentos de mayor estrés, fatiga o cambios de ritmo es normal que nuestra piel sufra alteraciones que no podemos ignorar. 

Además, no podemos olvidar la importancia de los factores externos como el frío en invierno y las altas temperaturas en verano que nos obligan a modificar nuestra rutina optando por nuevas texturas y descartando ácidos que no se llevan bien con los rayos solares como el Retinol. Por todo esto, es fundamental cambiar nuestra rutina siempre que nuestra piel nos lo pida.

¿Qué productos debo aplicar antes en mi rutina facial?

Seguir el orden de los 6 pasos en la aplicación de nuestros productos es la clave para lograr que nuestra rutina facial funcione. Recuerda que el primer paso siempre es la limpieza. De poco sirven los tratamientos caros si los aplicamos en una dermis repleta de impurezas. Estos son los 6 pasos a seguir para lograr una rutina facial perfecta:

  • Limpieza. Para librarte de las impurezas y los restos de polución.
  • Exfoliación. ¡Ojo! Tan solo hay que exfoliar la piel 1 o 2 veces en semana.
  • Tónico. Para tonificar la piel y prepararla para el resto de tratamientos.
  • Sérum. Su alta concentración de nutrientes actúa en las capas más profundas de la piel. 
  • Contorno de ojos. Para disminuir las ojeras e iluminar la mirada.
  • Crema hidratante. Para mantener nuestro rostro nutrido y sano.
¿Qué pasa si no limpias tu rostro antes de dormir?

A lo largo del día se van acumulando restos de suciedad y bacterias en nuestro rostro. Si nos acostamos sin eliminar estas impurezas nuestros poros se mantienen obstruidos disminuyendo el flujo de oxígeno y favoreciendo la aparición de brotes de acné y puntos negros. Además, la falta de limpieza es un factor que contribuye a la aparición de arrugas, líneas de expresión y acentúa nuestras ojeras. 

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