La primavera ya está aquí y, con ella, los paseos largos con tu perro se convierten en ese momento del día en el que todo parece fluir: el aire es más cálido, los días son más largos y tu mejor amigo de cuatro patas no podría estar más feliz oliendo cada rincón del parque. Pero cuidado: entre pinos, césped y caminos soleados se esconde un enemigo silencioso y altamente peligroso para nuestras mascotas. Hablamos de las orugas procesionarias del pino, un problema real que cada año afecta a miles de perros en nuestro país y que puede tener consecuencias muy graves si no estamos alerta.
Qué son las orugas procesionarias del pino
Estas orugas, tan inofensivas a primera vista, son en realidad las larvas de una polilla que pone sus huevos en los pinos durante el otoño. En cuanto empieza la primavera, las orugas descienden en largas filas (de ahí su nombre) y recorren el suelo en busca de un lugar donde enterrarse y continuar su ciclo. Pero no solo es su aspecto lo que llama la atención de los perros —curiosos por naturaleza—, sino su toxicidad: están cubiertas de unos pelillos urticantes que pueden provocar desde reacciones alérgicas graves hasta necrosis en la lengua o en el hocico de los animales que las tocan o, peor aún, las lamen o ingieren.
¿Por qué son tan peligrosas las orugas procesionarias para los perros?
El principal peligro de la procesionaria reside en esos pelillos microscópicos que se desprenden al mínimo contacto. Estos pelillos contienen una toxina llamada thaumatopina, que causa una reacción alérgica intensa. En los humanos puede provocar irritaciones en la piel o problemas respiratorios, pero en los perros la situación es aún más delicada. El contacto puede producir desde inflamación de labios, lengua y glotis, hasta asfixia, vómitos, fiebre, salivación excesiva, úlceras e incluso pérdida de parte de la lengua por necrosis.
Y como ya imaginarás, los perros no suelen limitarse a mirar. Los más jóvenes o juguetones tienden a husmear, lamer o incluso tragar estas orugas, lo que agrava el riesgo. En casos extremos, si no se actúa con rapidez, puede ser letal. Por eso, durante esta época del año —de febrero a abril, especialmente en zonas con pinares—, es fundamental extremar las precauciones.
¿Cómo proteger a tu perro?
Lo primero es la prevención. Evita las zonas con pinares o donde sepas que suele haber procesionarias. Fíjate bien en el suelo durante los paseos y, si ves nidos en los árboles (bolas blancas similares al algodón en las copas de los pinos), cambia de ruta. También es recomendable llevar siempre a tu perro con correa corta en entornos naturales, para poder controlarlo y evitar que se acerque demasiado a zonas peligrosas.
Si sospechas que tu perro ha tenido contacto con una procesionaria, acude al veterinario de inmediato. No intentes limpiar la zona afectada con tus manos (recuerda que la toxina también afecta a los humanos). Mientras llegas a la clínica, puedes enjuagar con agua templada la boca o la zona afectada, sin frotar, para intentar minimizar el daño.
Un momento para cuidarle (y cuidarte)
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