Hay cosas que aparecen en la piel sin avisar, como un mensaje urgente que el cuerpo intenta mandar. Y una de esas señales es, sin duda, los eczemas. Si alguna vez has sentido la piel más sensible de lo normal, con rojeces, picor o pequeñas descamaciones que no sabes muy bien de dónde han salido, quizás estés ante uno de los trastornos cutáneos más comunes… y también de los más incomprendidos.
El eczema (o dermatitis) es una afección inflamatoria de la piel que puede presentarse de muchas formas y por múltiples razones, pero todas comparten un denominador común: una barrera cutánea alterada que no está cumpliendo su función de protegernos del exterior como debería. ¿El resultado? Una piel más vulnerable, reactiva y necesitada de mimos extra.
¿Qué es exactamente un eczema?
El término “eczema” engloba varios tipos de afecciones cutáneas que provocan inflamación, irritación, enrojecimiento y picor. No es una enfermedad contagiosa, pero sí puede ser persistente o aparecer por brotes. Hay distintos tipos de eczema (atópico, alérgico, seborreico, de contacto…), pero todos tienen en común que la piel reacciona de forma exagerada ante algo que percibe como agresivo.
La dermatitis atópica, por ejemplo, es una de las formas más comunes y suele aparecer en la infancia, aunque también puede desarrollarse en adultos. Es crónica, tiene épocas de calma y otras de brote, y requiere una rutina de cuidado constante y respetuosa.
¿Por qué aparece el eczema?
Aquí viene la gran pregunta. Y la respuesta es: depende. No hay una única causa, sino una combinación de factores genéticos, inmunológicos y ambientales. Estos son los más habituales:
- Predisposición genética: Si tienes antecedentes familiares de dermatitis, asma o alergias, es más probable que desarrolles eczema.
- Piel seca y sensible: Cuando la barrera cutánea está debilitada, la piel pierde agua fácilmente y se vuelve más propensa a irritarse.
- Factores externos: Cambios de temperatura, ambientes secos, productos agresivos, tejidos sintéticos o incluso el sudor pueden actuar como desencadenantes.
- Estrés: Aunque no lo creas, el estado emocional influye muchísimo. Los nervios o la ansiedad pueden disparar un brote de eczema.
- Alérgenos y sustancias irritantes: Desde detergentes hasta cosméticos con perfume o conservantes agresivos pueden ser responsables.
Cada piel tiene su historia, y por eso es importante observar qué situaciones o productos empeoran tu condición y evitarlos en la medida de lo posible.
¿Cuáles son los síntomas del eczema?
Aunque los síntomas pueden variar según el tipo y la persona, los más frecuentes son:
- Picor persistente, a veces tan intenso que puede interrumpir el sueño.
- Enrojecimiento y sensación de calor en la zona afectada.
- Piel seca, áspera o descamada.
- Pequeñas ampollas o lesiones que pueden supurar si se rascan.
- Engrosamiento de la piel si el eczema es crónico o no se trata correctamente.
- En algunos casos, hiperpigmentación o marcas residuales tras los brotes.
El eczema puede aparecer en cualquier parte del cuerpo, aunque las zonas más comunes son rostro, cuello, codos, rodillas, manos y cuero cabelludo.
¿Qué hacer si crees que tienes eczema?
Lo primero: consulta con un dermatólogo para obtener un diagnóstico claro. Aunque muchas veces puedes controlar los brotes con una buena rutina dermocosmética, es importante descartar otras afecciones y seguir las recomendaciones profesionales. Mientras tanto, hay algunos gestos que pueden ayudarte a cuidar tu piel:
- Usa productos sin perfume, hipoalergénicos y ricos en ingredientes calmantes como la avena, el pantenol o las ceramidas.
- Evita duchas muy calientes y sécate con suavidad.
- Hidrata tu piel a diario, incluso si no hay brote activo.
No te rasques, aunque sea tentador. Puedes empeorar la irritación y causar lesiones.